Fue un breve lapsus en su tiempo de andantes, pero
suficiente para que todo aquel que se animase, pudiera ponerse en nuestra piel y experimentar una mínima
parte de ese conjunto de sensaciones físicas y emocionales que nos acompaña cada
día de nuestras vidas.
No era la
primera vez que realizábamos algo así, a principios del nuevo milenio le dimos una vuelta al entonces alcalde y
algunos concejales por calles céntricas pero
vetadas para nosotros. Imposible olvidar aquel frío día de invierno con las primeras
sombras del atardecer y con el fiel orballo,
esa lluvia fina y persistente tan nuestra, que se sumo a nuestro periplo .
Los coches y viandantes que por allí pasaban se quedaban atónitos
al contemplar a esa comitiva. Santa
Compaña del siglo XXI, que entre la bruma, descendía y elevaba a las autoridades locales por
aceras que morían en abismos imposibles de franquear por un mortal rodante.
Aquello cambio muchas cosas para nosotros en la ciudad, que comenzó a humanizarse y
a abrirnos todas sus calles y avenidas.
El jueves
hacia un día esplendido, el sol en lo alto auguraba una buena jornada. Las
autoridades de turno asistieron puntuales a la cita y se dispusieron a
enfrentarse al itinerario que habíamos planteado. Hubo que ayudarles más de una
vez, pero es lógico, ya que aunque no tienen las limitaciones nuestras, carecen
de la destreza, el hábito o la fuerza física que podemos tener los del gremio
de personas con diversidad funcional.
Aun así fue
demoledor para ellos y para todo el público
que luego por allí se acercó comprobar lo duro que es desplazarse por un
pavimento adoquinado, superar una rampa algo pendiente, o controlar una silla al bajar hacia un paso
de peatones sin poder visualizar lo que pueda venir por la calzada, al estar el
espacio próximo al cruce ocupado por furgonetas o coches.
Pero además de
nuestro itinerario, la ONCE planteó el suyo, y si de la experiencia con las
sillas salieron físicamente machacados, una vez que se pusieron sus antifaces o
gafas de visión reducida sintieron un impacto emocional tremendo, donde a más
de uno la angustia le atenazó
Para completar
la actividad estaban los compañeros de ASORLU, la asociación de sordos y los de de RAIOLAS
Lugo, que trabajan con personas con autismo y que proporcionaron a los que se
acercaron unos cascos que simulaban la sordera más absoluta, o en el caso de
RAIOLAS la sensación de hipersensibilidad acústica que acompaña a muchos de sus
usuarios.
Vivo en una
ciudad maravillosa, rodeado de un rico patrimonio monumental , con un casco histórico
muy amigable y accesible, pero quedan tareas pendientes en algunos
barrios y zonas de nuestra urbe que necesitan que eliminen obstáculos de sus calles. Yo espero que al igual que ocurrió aquel
lejano ya día de invierno, de nuevo haya calado el mensaje alto y claro, y que los políticos de turno, que son los que
tienen la sartén por el mango, recuerden esta jornada a la hora de elaborar los
presupuestos municipales.
Os dejo unas fotos
Quili