Hace 79 años Lugo
amanecía tranquilo, envuelto en el universo propio de una ciudad, como se decía entonces
“de provincias”, alejada de todas aquellas otras llenas de bullicio, ruidos y
actividad política. Como en muchas otras localidades de la geografía española
todavía seguían los lucenses
conmocionados por el asesinato de Calvo Sotelo el día 13, preguntándose
¿A dónde iremos a parar?, y con la
sensación de que “algo” podría ocurrir.
Pero era verano, el sol
brillaba y se avecinaba un día caluroso. Además eran fechas de rebajas lo que propiciaba que
las jovencitas lucenses (y no tan
jóvenes) visitaran los almacenes Olmedo donde se anunciaba la quincena de la
seda, del 6 al 20 “para todos los
gustos..para todas las fortunas” , y seguramente se harían cábalas entre
ellas sobre cómo sería esa nueva tienda que iba a abrir sus puertas
próximamente frente al Ayuntamiento y que tanto anunciaba El Progreso, “La moda de Paris”.
También, al igual que
ahora, le gente más “chic” se sentaba en las terrazas de la llamada en aquel
entonces Plaza de la República donde el café bar” la terraza” servía para los
paladares más finos vinos de Rueda y de Montilla, además de cervezas y
refrescos y un curioso coctel llamado “dame otro”, que vete tú a saber cuál sería su composición
o ingrediente secreto para hacerle justicia a tan clarificador nombre.
Posiblemente algún cliente de estas mesas ojearía las siempre interesantes crónicas
que venían de la prensa de Madrid. Entre ellas
destacaba ese día la información proporcionada por el diario “El Debate” sobre la estadística de divorcios en el país después
de 20 meses de puesta en marcha la nueva
ley. Seguro que más de uno asentiría con preocupación al
leer el comentario del periódico: “ Lo
que no dicen las estadísticas y es lastima son los daños irreparables que
causan estos divorcios, que además producen la ruina del alma, algo que no
borran ni el Estado, ni los cónyuges, ni los abogados, ni los pseudofilosofos”.
Era viernes, verano y
la gente planificaba que hacer ese fin de semana. Algunos querían ir a ver esa
noche a Pilar Harley, “bailarina y canzonetista” que actuaba por primera vez en Lugo en el
Gran Café Bar Mercantil, mientras que otros preferirían ir al Café Bar Unión a
ver a Jossete Pans, también “bailarina y
canzonetista internacional” y Charles
Tayler, un espectáculo que según la publicidad del local “nadie iba a dejar de ver y era completamente moral”. Pero seguro
que todos iban a ir esos días al Teatro
Circulo que tenía previsto proyectar la
película “el billete premiado” con Leo Carrillo
de actriz principal y que aseguraban era “una locura
de comicidad llevada a la pantalla”.
Pero el hombre propone y
Dios o el Diablo disponen y ese fin de semana sería diferente a todos los demás
que habían conocido. Los vecinos de Lugo
en esos momentos eran ajenos a lo que estaba ocurriendo en la lejana ciudad de
Melilla donde la guarnición militar allí destinada se había sublevado contra el legítimo gobierno
republicano.
Los lucenses que nada sabían de eso, al cabo del día se fueron a dormir tranquilos mientras en Las
Palmas de Gran Canaria el General Franco
era avisado a las 4 de la mañana de
éxito de la sublevación. El 18 temprano
embarcó a su familia rumbo a Francia por si venían mal dadas y después, vestido
de paisano y con el bigotito afeitado “para pasar más desapercibido”
volaría en el Dragón Rapide hasta Tetuán para ponerse al frente de las tropas
sublevadas.
Y ya nada volvió a ser lo
mismo. Lo que todo el mundo pensó que sería cosa de unos días se convirtió en
una cruel guerra de tres años con cientos de miles de muertos. Ese día se
abrieron las puertas del infierno y salieron todos los malos demonios que
muchos españoles llevaban dentro desencadenándose una salvaje represión, que en
el bando de los vencedores se prolongaría durante muchos años después de la guerra
Nadie podía imaginar en
esos cálidos días de Julio del 36, no sólo la guerra sino la dura postguerra,
los años del hambre, del frío y del miedo que estaban por venir. Nadie jamás pensó en ese momento que
ese generalito de voz atiplada, bajito y rechoncho del Ferrol se iba a
convertir en el férreo dictador que fue durante los siguientes cuarenta años.
Pero así desgraciadamente ocurrió
Aquilino González Álvarez
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