Cuando tienes
una discapacidad, sobre todo si esta es severa, necesitas generar ilusiones y
marcarte las metas y los objetivos que se deben superar para poder
llegar a desarrollar el proyecto
de vida que cada uno ha elegido, de la
manera más plena y digna posible. Sin embargo estos planteamientos pueden
llegar a considerarse utópicos en el momento social que estamos viviendo, y eso
ocurre cuando constatamos que el
optimismo que teníamos hace algunos años respecto a un futuro mejor se ha ido difuminando poco a
poco, como si el manto de una espesas
niebla se tragara mes a mes todas aquellas luces en las que habíamos depositado nuestras
esperanzas.
¿Que futuro podemos esperar las personas discapacitadas dependientes si
seguimos asistiendo a la desmantelación encubierta de un sistema, que fue creado precisamente para mejorar
nuestra calidad de vida?. Mientras contemplamos
como nuestros políticos hacen encajes de
bolillos con los datos estadísticos de los dependientes, con el fin de presentarnos un despliegue de
servicios prestados que ni ellos mismos se creen, la diaria realidad se impone por la base del
la estructura, donde los órganos de valoración de la dependencia con sus técnicos ejerciendo de Merlines del siglo XXI , siguen utilizando criterios
ciertamente enigmáticos en sus dictámenes, presuponiendo variopintas capacidades
atléticas o habilidosas a muchos de los solicitantes, lo que redunda en una
valoración final de su dependencia bastante
más baja de la real con el consecuente menor
gasto a desembolsar por la
administración y ahorro para el sistema.
Es muy importante haber tenido una justa valoración para poder
optar a la asistencia personal. Esta
figura es fundamental si queremos desarrollar ese proyecto de vida plena y normalizada que todos deseamos. Su función va mucho lejos que la mera asistencia a domicilio. Se trata de tener al lado a una persona que nos apoye en todas las actividades de la vida diaria, desde
ayudarnos a poner una chaqueta hasta realizar gestiones administrativas con
nosotros. La presencia de este asistente facilitaría nuestra autonomía
así como la permanecía en el propio domicilio o entorno elegido.
Actualmente se
benefician principalmente de esta prestación las personas dependientes
que están estudiando o trabajando, y las excepciones que pueda haber
están supeditas al copago correspondiente. Son pocos los discapacitados que una vez
acabada la enseñanza obligatoria continúan sus estudios pero son muchísimos
menos los pueden presumir de tener un
empleo estable, puesto que somos un
colectivo con una tasa de paro superior
al 60 % .
Teniendo como
problemas de base la casi nula accesibilidad a muchas empresas y las
dificultades en la utilización del transporte público adaptado, el trabajo que
existe se define además por su precariedad y escasa duración lo que hace muy difícil poder cumplir con los
requisitos que pide la Conselleria de Bienestar para optar a la asistencia
personal. Por otro lado estamos hablando de personas que tienen ingresos mínimos, con pensiones no
contributivas, viviendo en unidades
familiares que en muchos casos rozan el umbral de la pobreza y que no pueden
soportar más esfuerzos económicos. Todo
eso explica que a mitad de este año sólo hubiera alrededor de 85 asistentes
personales para toda Galicia.
Necesitamos
que la figura del asistente personal se
potencie y se asiente entre nosotros, pero no limitándolo tal y como se está
haciendo ahora, porque la vida,
obviamente, también se desarrolla más allá
de los ámbitos académicos o laborales. Esta prestación puede hacernos recuperar
derechos actualmente perdidos y convertirse en la piedra angular sobre la que
realizar nuestro proyecto vital. Al
mismo tiempo se debe caminar a la plena autogestión del servicio por la persona discapacitada, sin tener que
recurrir a organizaciones intermediarias.
Pero para todo
esto se necesita que las administraciones
prioricen el gasto social poniendo punto y final a esa ciclogénesis de
recortes que tanto nos ha machacado estos últimos años. Financiación que también se necesita para seguir eliminando
barreras arquitectónicas, algo esencial para poder desenvolvernos libremente y estar activos en la sociedad. No debemos pensar que ya podemos echarnos a dormir el sueño
de los justos por que todo está hecho. Se ha avanzado muchísimo, nuestra ciudad
es un ejemplo de ello, pero está claro que todavía
queda bastante trabajo por realizar.
Aquilino
González
Totalmente de acuerdo. es difícil transmitir a los nuevos lesionados un mensaje rehabilitador y positivo sin tener los respaldos fundamentales. La felicidad y el bienestar deberían de ser universales.
ResponderEliminarasí es Mariangeles, es tremendamente difícil hacerle frente a la vida sintiendo esa desidia que percibimos de los que deberían ayudarnos. Me duele muchísimo la caradura de muchos de los que valoran la dependencia, es un solemne insulto a nuestra inteligencia
ResponderEliminar