sábado, 8 de noviembre de 2014

II Jornadas de accesibilidad al Patrimonio Monumental

 

Ayer presentamos  mis compañeros de Auxilia Lugo y yo en el Concello de Lugo la II Jornada de accesibilidad al Patrimonio Monumental y promoción del turismo accesible que se desarrollará el día 14 de Noviembre en el Museo provincial de Lugo. El año pasado fueron un éxito y esperemos que este año también tengan una importante repercusión.
 


 
Porque tenemos que seguir hablando de accesibilidad al patrimonio puesto que  contrariamente a lo que muchos puedan pensar estamos a años luz de poder disfrutar de toda esa riqueza cultural de una manera normalizada.

El Patrimonio es el gran legado cultural y artístico que nos ha sido transmitido por nuestros antepasados para que velemos por él  y se lo trasmitamos a sus vez a las generaciones venideras. Y lo que tenemos que hacer es trabajar para conseguir  poder transmitirlo con un gran valor añadido,  que lo torne en verdaderamente universal: Su accesibilidad. Que nadie,  independientemente de sus capacidades o limitaciones de movimiento se tenga que quedar a las puertas de un bien histórico por no poder acceder a él.

A día de hoy  puedo afirmar sin estadísticas oficiales en la mano, sólo basándome en mi experiencia, que sería tremendamente generoso si considerase que el 25% de nuestro patrimonio es plenamente accesible. También debo decir que percibo un cambio en la mentalidad de todo ese ejército de técnicos de patrimonio de las distintas administraciones, que buscando su protección, hasta la fecha negaban cualquier actuación que hiciera los monumentos accesibles.  Creo que su visión lentamente va cambiando  y eso es algo que nos beneficia a todos.





 

Este año tenemos una ponencia que  viene de la Fundación María Cristina Massaveu Peterson ,  una entidad asturiana que tiene entre sus objetivos La promoción, difusión, conservación, recuperación y restauración del Patrimonio Histórico Español, de la Música y del Arte en general.”

Nos hablarán  del plan director que han elaborado para hacer accesible  la Santa iglesia Catedral de San Salvador de Oviedo. Es muy interesante porque se ocupan de dar soluciones de accesibilidad  a las necesidades de todos los colectivos con el máximo respeto al monumento y  a su entorno.

 

También y al igual que el año pasado se hablará de turismo accesible. Es verdad que en esto sí que estamos avanzando cada día más, por  poco que viajes te das cuenta de ello. ¿Qué todavía queda mucho pescado por vender?, pues si, por supuesto, pero es verdad que cada vez son más, los recursos turísticos accesibles que hay,   y no hablo de hoteles precisamente,  porque estos llevan ya algunos años ciñéndose a las distintas normativas. Hablo de propuestas como las que compartirán con nosotros los amigos, también asturianos, de la asociación para la promoción del turismo adaptado asturiano. APTAA .


Ellos se dedican a  promocionar el turismo accesible de Asturias y  las actividades multiaventura  adaptadas como por ejemplo  vuelo en ultraligero, sky alpino, senderismo, parapente etc.....Para gustos se pintan colores. A mi fijo que no me pilláis haciendo ultraligero....pero lo importante y lo que mola es que gracias a el trabajo de personas como estas tenemos posibilidad de hacerlo.

 

De todo esto hablaremos el próximo día 14 de Noviembre en el Museo provincial de Lugo a partir de las 10 de la mañana. Entrada libre hasta completar aforo

 Un saludo y feliz semana

Quili




 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Las tardes del Central. Cuento

Bueno, pues al final parece que mi cuentecillo gano el certamen convocado por la Doctora Pozuelo del Hospital Nacional de Parapléjicos. Vaya por delante mi agradecimiento a todos los que lo votasteis ,  a todos mis compañeros de certamen por compartir sus relatos con nosotros y a María Ángeles Pozuelo por convocarlo.

 
 
LAS TARDES DEL CENTRAL
 


No era el más inteligente de los asiduos de aquella pintoresca calle, donde las voces de los comerciantes y tenderos de los viejos locales se entremezclaban con las de los turistas foráneos que últimamente, y cada vez con más frecuencia se dejaban caer por aquel rincón. No era el más guapo ni el más locuaz de los que por allí se asomaban cada día y sin embargo su presencia no pasaba inadvertida para nadie, tampoco su ausencia si algún día no se dejaba ver.
 
 Solía acercarse  por la barriada a primera hora de la tarde cuando el sol se retiraba de la terraza del café Central, donde se tomaba un cortado mientras veía como el bullir de la calle superaba la perezosa hora de la siesta.  Intercambiaba saludos, conversaciones y alguna que otra confidencia con los vecinos que hasta el café se acercaban. Lejos quedaba ya aquella mañana en la que por primera vez se había aventurado por la calle sintiendo las miradas curiosas y llenas de lastima de sus moradores.
 
Atrás quedaban también los primeros contactos con aquellos que lo percibían como una rara avis que se había colado en el barrio y que titubeantes y sin saber muy bien que decirle, ni cómo tratarle se acercaban a conocerlo.
 
El era una persona que conectaba muy fácilmente con la gente, de amena conversación donde  cualquier tema era bienvenido. Si había que hablar de política, pues se hablaba, que si tocaba futbol, no había problema, había carrete  para ello (eso sí,  siempre defendiendo que Casillas debía ser el portero  titular del Madrid) y cuando se iban agotando los temas tirar del tiempo contentaba a todo el mundo.
 
En unas semanas su buen rollo se había ganado al vecindario y  más de uno seguía  la estela de su silla de ruedas eléctrica, sabedor de que era un tipo interesante. El  Central, a la hora que Juan iba, acabo albergando a una curiosa tertulia, donde el siempre solía llevar la voz cantante.
 
 Fue entonces cuando él empezó a  hablarles de los viajes que había realizado antes de tener su lesión medular, experiencias muchas veces que rozaban la aventura y que le habían dejado múltiples anécdotas,  que cuando  las contaba,  siempre  mantenían al vecindario en vela. Como aquella vez que había cruzado América del Sur, desde la frontera mexicana hasta la lejana Patagonia, en vagones de tercera llenos de gallinas, narcos o  guerrilleros. O aquel otro en que alojándose en cabañas de pescadores y remontando el río Nilo en barca desde el delta hasta más allá de la primera catarata, cerca de la frontera de la vieja Nubia, había conocido el Egipto milenario de los antiguos faraones.
 
 A su lado siempre había una buena historia que oír, historias que normalmente se acababan enlazando con otras y que hacían que aquellas amenas tardes del Central se convirtieran en un bálsamo donde olvidar los problemas y las penas que aquellos vecinos pudieran tener.
 
Juan también les hablaba de futuros proyectos, les contaba que estaba en su ciudad de paso, intentando reponerse físicamente y económicamente para poder acometer futuras aventuras. Ellos le escuchaban con admiración a la vez que con pena. No por su condición física, ni por esa luminosa silla que se convertía en una prolongación de su cuerpo tetrapléjico, sino porque estaban convencidos de que así sería y que un buen día se marcharía,  y que  de esas tardes que tanto habían cambiado sus rutinarias vidas sólo quedaría el recuerdo,  que eso sí, seguro que mantendrían vivo entre todos.
 
Y un día se dieron cuenta de que ese era el día, porque durante  la mañana no escucharon en ningún momento el zumbido de la silla electrónica desplazándose por la calle o entre sus comercios. Luego, como  cada tarde, acudieron a la hora habitual al café Central, pero Juan no se presentó. Durante varios días siguieron acudiendo, con la falsa esperanza de que fueran contratiempos accidentales los que impedían que Juan no hubiera regresado por allí. Pero los días fueron pasando y las hojas del calendario cayendo hasta que definitivamente, los pocos que todavía iban se fueron haciendo a la idea de que Juan no volvería. Se había ido como había venido, de repente y en silencio, pero a cada uno de ellos les había dejado un vacío que tardarían en llenar.
 
Entonces fue cuando llego una carta al café Central, con una extraña dirección en el remite que no acertaban a ubicar. Al abrirla se encontraron con una foto de Juan muy abrigado en un andén de una vieja estación en medio de una estepa nevada, delante de un largo tren,  que parecía  que estaba a punto de iniciar su marcha.
 
 Detrás de la foto una escueta nota.:   En el transiberiano, dirección Vladivostok. Nos veremos de nuevo en el Central
 
Quili