Los romanos, que de tontos tenían poco sabían que por muy inexpugnables que pudieran parecer las murallas que construían, estas podían ser rebasadas. Como eran muy listos y estaban en todo preveían recursos defensivos para cuando las cosas se pusieran muy chungas y por eso, completando el complejo defensivo, no dejaban que las escaleras interiores de acceso al adarve de la muralla llegaran al suelo. Se quedaban a algunos metros de altura y se bajaba desde ellas por escaleras de mano.
Entre la muralla y las primeras edificaciones dejaron un espacio de varios metros libre de polvo y paja llamado “Intervallum “, que tendrían que cruzar los invasores mientras desde las primeras edificaciones les tirarían con todo lo que tuviesen, aunque fuese escasa la fe en poder rechazarlos.
La idea era que los malos tuvieran que salvar el penúltimo escollo saltando dentro de murallas con todas sus protecciones y armas, ya que previamente los defensores se habían largado con las escalas de mano, con lo que el leñazo al bajar era seguro. Cuando se recuperasen e intentasen avanzar, sentirían una lluvia de flechas, lanzas y piedras alcanzándoles sin mayor protección que la de sus escudos, entonces se darían cuenta de que todavía tenían que cruzar el “Intervalum” para llegar a la ciudad. Ese era el momento y ese el espacio donde se jugaban las últimas cartas, esos escasos metros marcaban la diferencia entre la libertad y la esclavitud, entre la vida y la degollina con el posterior saqueo.
Los malos en aquellos momentos eran los llamados “bárbaros del norte”, que por las descripciones de la época eran unos señores con muy mala pinta, muy poca paciencia y mucha mala leche, que desde que habían cruzado la frontera del Danubio unos años atrás cabalgaban hacia el sur (y no precisamente buscando el sol y la playa) sembrando la desolación, el miedo y la incertidumbre en el viejo imperio romano que comenzaba a desmoronarse por doquier y sin remedio.
Al final todo este complejo defensivo tal y como estaba previsto por los creadores de nuestra muralla no sirvió para nada. El día de Pascua del año 459 los Suevos entraron en la vieja Lucus Augusti sin asaltar sus murallas. La traición interior es la mejor forma de asaltar una fortaleza y más de uno supongo que pensaría “con amigos como estos..para que quiero enemigos”
Hace unos días paseaba por uno de los tramos donde estaba la antigua zona de “intervalum”, en el entorno de la plaza do cantiño que es uno de los rincones más singulares de la ciudad y menos conocidos por la gente que nos visita. Desde ella se accede a la muralla y al tramo para mi más especial y bonito del monumento: La puerta de San Pedro y la torre de La Mosquera.
Para mí ,como digo, es muy especial porque yo me crié allí en la calle San Pedro, una de las más antiguas de Lugo. Sin yo saber de aquellas nada de su significado, tenía como mi gran patio de juegos el tramo más alucinante de nuestra muralla romana. El epicentro de mi particular patio de carreras, subidas y bajadas estaba en la escalinata de la plaza do cantiño, al lado de la cual había uno de esos horribles transformadores de luz con una calavera pintada sobre sus puertas metálicas (no hacía falta que pusiera “peligro” puesto que la calavera era lo suficientemente fea y expresiva que nos dábamos por enterados).
Nuestros dominios se extendían desde la puerta del Campo Castillo hasta la puerta de la Estación. Durante mucho tiempo “mi muralla” era esa, más allá sólo la recorría en paseos familiares. Por estos tramos campábamos a nuestras anchas, intentando entre otras quehaceres, desvalijar sin ningún éxito el que a nuestros ojos era el tesoro de la puerta de San Pedro, que no era otra cosa que un mogollón de monedas de todo tipo que la gente echaba (y aún echa) desde arriba, sobre la corona del escudo de la ciudad que preside la puerta. Reconozco que no había día en que no intentásemos un saqueo en toda regla, recurriendo a múltiples argucias, aunque como digo con escaso o más bien nulo acierto.
Punto estragico por excelencia era el viejo arco de la Mosquera a través del cual ojeábamos el tráfico de la ronda y que nos servía de parapeto y excusa para una buena charleta cuando soplaba con mala leche el viento “nordes” .
Pero si había un lugar enigmático para mí en ese tramo, eran dos pequeños espacios cuadrados cubiertos con unas barras planas de hierro a modo de reja en mitad del camino de ronda. Se vislumbraba en la semioscuridad dos tramos de una estrecha escalinata, enfrentados uno contra otro, dejando un espacio amplio entre ellos. Por el lateral de la muralla se veía lo que podía ser una pequeña abertura hacia el interior entre la descuidado lio de plantas y arbustos que trepaba hacia el adarve. Para nosotros era sencillamente la casa de los romanos y mirábamos y remirábamos desde arriba en busca de algún tipo de restos, espadas, cascos o lanzas de antiguos legionarios como los que veíamos en las pelis. Era una de las antiguas escaleras de la vieja muralla que llevaban al “intervallum”.
Tuvieron que pasar años para que supiese lo que era aquello, para que yo valorase realmente el significado de aquella vieja muralla a la que yo estaba tan habituado que ya pensaba que era un elemento más de todas las ciudades, igual que creía que veía como normal que cada pueblo tuviera su castillo. Cuando más vuelvo la vista atrás más me doy cuenta lo privilegiado que fui al tener como patio de juegos algo que hoy es Patrimonio de la Humanidad
Durante estos últimos años he tenido muchas reuniones y negociaciones con políticos y técnicos de patrimonio buscando conseguir la accesibilidad al monumento. El camino ha sido y será largo todavía, aunque creo que ya va encarrilado. Está salpicado de promesas, mentiras y frustraciones, con más de alguna discusión seria y bastante desgaste personal pero como digo creo que encarrilado después del espaldarazo que supuso la aprobación por unanimidad en el Parlamento de Galicia del desarrollo de un proyecto de acceso. Luego veremos quién paga la boda, pero el primer paso esta dado.
Pero lo que más me ha jodido durante estos años es que algunos de esos políticos y técnicos hablaran como si ellos fueran los propietarios de monumento, alguno parecía tenerlo tan asumido que hablababa como si fuera una prolongación del jardín de su casa y yo un talibán invasor que quiere destruir lo que no destruyeron aquellos bárbaros. ..ellos en poder de la verdad absoluta de lo que se debe o puede hacer en la muralla , esperando que yo nativo semiignorante asintiese convencido e incluso abrumado por el peso de sus argumentos….En fin, sobra decir que les salió rana y que patanes uno se los puede encontrar en cualquier sitio, hasta en nuestra milenaria cerca.
Saludos.
Quili
Algunas fotos aquí.
Viejo blog
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